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El concepto ‘bondage’ se ha colado en nuestra cotidianidad en los últimos años y, aunque no se trata de una práctica surgida recientemente, lo cierto es que todavía suscita muchas dudas y son muchas las personas que aún no la conocen. En algunos casos, puede que el éxito de libros y películas que abordan de forma sutil o directa el bondage sea el motivo por el que parte del público lo haya descubierto y tenga curiosidad. 

¿Qué significa la palabra bondage?

El término ‘bondage’ proviene del idioma francés. Su significado es cautiverio o esclavitud. A día de hoy, la práctica erótica del bondage está integrada en el concepto BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo) que contempla diferentes formas de placer.

¿De qué surge?

Su origen se remonta al castigo marcial japonés del siglo XV que mezclaba inmovilización y prácticas sexuales. Fue evolucionando de castigo hasta adquirir sentido artístico y estético. Los precedentes del bondage también se relacionan con las torturas occidentales que se llevaban a cabo en la Edad Media, con mordazas, cadenas, etc. A partir de la segunda mitad del siglo XX se produce una popularización del bondage que ha avanzado de manera arrolladora en el imaginario colectivo de la fantasía erótica.

¿En qué consiste?

Se trata de la práctica sexual que consiste en amarrar, atar o restringir a alguien con el fin de alcanzar placer físico y psicológico. Un ejemplo es el amarre erótico de una zona del cuerpo o de su totalidad. El morbo nace de la combinación de dolor y placer y de jugar con los roles de dominación y sumisión. Uno de los pilares para que la experiencia del bondage resulte satisfactoria es la confianza.

¿Qué hay que tener en cuenta?

En el sexo, confianza y comunicación son las premisas para que todo fluya de forma satisfactoria para todas las partes, pero muy especialmente en este tipo de prácticas. El bondage presenta algunas normas que es necesario que conozcamos previamente. Obviamente, la más importante es el consentimiento mutuo. Asimismo, hay que destacar: no amarrar en la zona del cuello; no dejar sola a la persona atada; no usar cuchillos comunes para ir cortando las cuerdas; y no cubrir boca y nariz a la vez. Además, lo ideal es establecer los límites según cada caso y respetarlos en todo momento. Por ejemplo, en cuanto a las zonas de las ataduras o lo apretadas que estén.

¿Qué productos puedo utilizar?

¡No es sólo cosa de cuerdas! Cintas, esposas, corbatas, telas, cadenas, arneses, mordazas y todo lo que la imaginación y la voluntad alcance.

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